Sandra, explotada sexualmente desde los 8 años. Setiembre 2013.
“Yo pensaba ayer en qué círculo tan chiquito se encierra la trata, porque mi mamá me vendió al panadero de al lado; un canterito, mi puerta, un canterito y el matrimonio amigo de mis padres. Ese era el panadero. Tenía ocho años cuando me pasó, y a los nueve me corté las venas. La escuela era el lugar que más podíamos hablar, papá iba todos los días a la hora del recreo. En la escuela cuando él iba me agarraba las manos y me decía que me quería mucho. Y me hacía juego de los deditos; este dedito te quiere, este te quiere más, este te abraza, este te aprieta, este nunca te va a dejar de amar... No me acordaba de eso, ahora me vino. Hay muchas cosas que me voy dando cuenta al momento que voy hablando. No soy mucho de hablar. Después que nos conocimos me empecé a hacer más preguntas, a responder, y a mirar un poco alrededor. La angustia me va a quedar siempre, porque nadie me va a devolver lo que me faltó”.